By Circulo Literario Ocaso
A mis treinta años (por Mauricio Chavez)

(En conmemoración del trigésimo
aniversario de mi natalicio)

A mis treinta años,

Sigo viendo el cielo
Tan celeste,
Como la profundidad
Del aura de mi alma,
Salvo en aquellas partes,
Donde la ruptura
De la capa de ozono
Se deja ver
Y en aquellas otras
Donde la maldad
La ha devorado.

A mis treinta años,
Sigo queriéndote
Pero no a ti,
Tú no mereces nada de mí,
Sino a la muchacha
De la hermosa sonrisa.

A mis treinta años,
Sigo estando solo
Y vagabundo de amor,
Como lo estaba hace diez,
Añorando tu compañía.

A mis treinta años,
Sigo muriendo cada día,
Cada minuto,
Y esperando
En cualquier momento
El despertar de este sueño
Que es la vida.

A mis treinta años,
Creo con mayor firmeza
En la revolución
Como único instrumento
Para dar a luz la equidad.

A mis treinta años,
Ansió ver a mi hija
Pero no para
Jugar, correr y sonreír.
Sino Para leer y ver
Pues ella espera
En el olvido de la nada.
Aunque admito
Que me gustaría
Verla jugar.

A mis treinta años
Veo las estrellas
Más cerca
Y el universo más lejos
Y las injusticias
Más presentes.

A mis treinta años
Ansió coger la vida
Con más fuerza
Para quitarle
La desventura
Que me ha traído,
Y así sonreír
En los tiranos días
Que se avecinan.
 

Poema

By Circulo Literario Ocaso

El hombre y La mujer (ellos y ellas).

Luis Jauregui


La nada también es materia

De los hombres y las mujeres.

Las feministas son igual que los machistas


En algún momento todos fuimos o lo uno o lo otro

O los dos

En las escuelas primarias los maestros nos dicen

que el sexo es nuestra única diferencia, pero no nos dicen que un día se harán uno solo.


Los críticos debaten acerca de que si somos o no

independientes e individuales

los hombres y las mujeres.


Seguido nos mandamos a comer mierda mutuamente.


Nos relegamos deberos típicos

A los hijos nos regañan por jugar lo no concerniente

Yo pregunto ¿quien es el culpable?

Una materia inerte responde:

Los antecedentes.


Hay sinónimos. Entonces ellos y ellas son

sinónimos con sexos diferentes,

perdonémonos perdonemos después o antes de que suceda,

lo que es inevitable.


Después de todo no hay nada que sea más paralelo que el hombre y la mujer.

 

By Circulo Literario Ocaso
Cargos
Walter Meléndez
Llegaron con el papel en la mano.
-Queremos saber por qué aparecen mil dosientos dolares.
Ambos se arrimaron al duro y frio granito de la recepción. La muchacha llevaba los recibos en la
mano, era morena y vestía con una pequeña blusa oscura. Él por su parte, medía un poco más de los 1.80 de estatura, mandibula prepotente, cabello escaso, brazos fuertes. Habían quedado en que ella lo dejaría hablar en el hospital para evitar meter la pata, se lo había dicho en su casa, de un modo un tanto agresivo y amenazante.
La secretaria pidió el papel. Los tres permanecieron en silencio por un momento, mientras la secretaria arqueaba un poco las sejas y escudriñaba entre los numeros de la factura. Pasaban de las nueve de la noche.
-Todo está correcto señor -dijo la secretaria.
-No puede ser -dijo el hombre-. Ayer cancelamos dos mil cuatrocientos.
En eso una enfermera apareció arrastrando sus zapatos blancos en el piso.
-Por favor comuniqueme con el doctor Rivera -le dijo a la secretaria.
La enfermera tenía una voz gangoza y fina, el hombre se molestó con la interrupción, y por el tono de la voz que hablaba como si tuviera tapones en la naríz. La enfermerá sonrió con ellos, el hombre movió apenas la boca, la muchacha que estaba buscando algo en su carterón no se dio cuenta de nada, ni siquiera escuchó la voz de la enfermera. La secretaria rebuscaba de entre un cajoncito blanco que estaba en su escritorio, de pronto sacó un telefono, buscó en una libretita y comenzó a marcar. La muchacha terminó de buscar en su cartera, había sacado otros papeles. Se los dió al hombre quien de reojo observaba a la enfermera que jugaba con la tapa metalica de un cuadro clinico.
-Aquí está -le dijo la secretaria dandole el telefono, y luego volvió hacia las personas que tenía enfrente. Él hombre no la dejó hablar.
-Mire, aquí está el recibo -le dijo-. Son dos mil cuatrocientos.
La secretaria tomó el nuevo recibo, y otra vez comenzó a mover las sejas tratando de distinguir las cifras impresas en el papel.
-Esto es un anticipo del cobro total.
-Claro, y me parece absurdo que a mi tio que solo lo hemos tenido desde ayer a la una de la tarde hasta esta hora... nos aparesca esa cantidad.
La secretaria se volvió a la computadora que estaba a su diestra. Colocó su mano de uñas garfiudas al rojo extremo en el mouse, y las ventanas en la pantalla aparecieron con un listado de
nombres.
-¿su tio es el señor J. L. Flores?
-Si, es ese.
-Lo que sucede es que ustedes aún no habían pagado los honorarios.
El hombre se ofuscó.
-¿qué? Le digo que ayer pagamos dos mil cuatrocientos dolares.
La secretaria comenzaba a ponerse nerviosa.
-Eso ha sido por los gastos del hospital.
-Pero, ¿como pueden subir los honorarios tanto en un tan solo día?
-Según el historial, a su tio lo ingresaron hace cinco días.
El hombre respiró profundo para hablar, pero la enfermera que había terminado de hablar por telefono los interrumpió con su molesta voz, una vosecilla de garganta estrecha, le devolvió el telefono, y despues se marchó, y mientras se iba le sonrió a la secretaria como deseandole suerte. El hombre continuó un poco más calmado.
-Le digo que los honorarios los cancelamos ayer... -La secretaria lo interrumpió.
-Pero si está ingresado desde hace cinco días.
-Si, pero ayer lo trasladamos a San Salvador, y lo trajimos otra vez y lo ingresamos a eso de la una de la tarde.
-Entonces es por los honorarios, le digo.
-No creo. Voy a hablar con el doctor.
La muchacha le pasó de inmediato su telefono celular, y él comenzó a caminar de un lado hacía otro en el pedacito de pasillo de la recepción, buscó en la agenda del telefono, e hizo la llamada. La secretaria seguía buscando en la computadora, y en eso una mujer que traía a un anciano en una silla de ruedas se acercó hacia donde estaba la secretaria, y le preguntó algo. El hombre ahora estaba parado con el telefono en el oido, mientras que la secretaria se había levantado a mostrarle el lugar donde estaba la sala de radiografías. El doctor nunca contestó, la muchacha comenzó a hacer cuentas en la mente, pero él la interrumpió.
-No contesta -le dijo un poco furioso.
La secretaria que ese día se había colocado los lentes de contacto de color verde, apareció desde el fondo del pasillo arreglandose la camisa que tambien era del mismo color. Entró al pequeño cubiculo, y se sentó en el mismo lugar donde estaba antes.
-Los unicos gastos que tenemos que pagar son los siguientes -dijo el hombre-: ambulancia, dos examenes del corazón, una consulta, y los gastos de administración, que no sé el precio que tienen.
-Ustedes pidieron una ambulancia, ¿no?
-La ambulancia cuesta apenas dosientos sesentaicinco. -dijo el hombre.
Un enfermero gordo apareció sonriendo, se acercó a la secretaria cuando el hombre estaba otra vez a punto de decir algo.
-Por favor, podría comunicarme con el doctor Salazar.
El hombre retrocedió, se llevó las manos a la cabeza, y la muchacha lo siguió, de pronto él dio media vuelta y regresó hasta donde estaba la secretaria que presionaba los botones del telefono.
-Lo que tenemos que pagar son solamente qunientos cincuenta -le dijo.
La secretaria no le dijo nada. Cuando terminó de marcar, le pasó el telefono al enfermero gordo que esperaba frente a ella.
-Entonces no puedo hacer nada señor -le dijo al hombre-. Eso es lo que aperece en su factura.
-No vamos a pagar semejante cantidad de dinero solo por un error.
-No es un error -dijo la secretaria con un tono amargado.
-Y aparte de eso me sale usted con un carácter.
-¿yo soy la del mal carácter? -dijo ella cruzandose de brazos.
-Si, porque yo soy el cliente y a mi usted me debe de salir con una sonrisa de oreja a oreja.
-Bueno disculpe -dijo la secretaria suspirando.
-¿Entonces en que quedamos? -preguntó él.
El gordo le devolvio el telefono, y les lanzó una mirada de curiosad a la pareja antes de marcharse.
-En verdad no sé cual es el problema -dijo la secretaria-, ademas usted no sabe todo lo que se la hecho a su tio.
-Le repito que todo lo que le hicieron ya está cancelado.
-No todo, porque en la cuenta del ultimo recibo aparecen algunos examenes.
-Claro, pero esos examenes no valen quinientos dolares cada uno.
La secretaria rebuscó entre otros papeles, la muchacha vió al hombre que comenzaba otra vez a exasperarse. Y en eso estaban cuando otra vez apareció alguien en el cubiculo, era otra secretaria que vestía con el mismo color verde, solo que esta era un poco más vieja, cabello teñido de rubio y con una papada gelatinosa. Preguntó cual era el problema.
-¿A explicar otra vez? -dijo el hombre.
-Al señor le aparecen otros cargos en su recibo de pago -le dijo la secretaria a la otra.
-Mire, por todo lo que le hicieron solamente ibamos a cancelar quinientos cincuenta, porque ya dimos un adelanto de más de dos mil dolares... pero ahora me salen con esto -dijo él.
-Quisiera ver el registro del paciente -dijo la otra secretaria.
La primera secretaria se levantó de la silla, la otra se sentó comodamente, se colocó un mechon de cabello atras de la oreja, y pidió el nombre del paciente, cuando lo escuchó, lo tecleó en la computadora y otra vez aparecieron en la pantalla las aburridas ventanas azules.
-En este momento le voy a imprimir todo lo que se la ha hecho a su tio.
-Eso es lo que quiero saber -dijo él un poco sonriente.
Una maquina blanca comenzó a chillar con un ruido robotico en el escritorio, vomitando las paginas con los listados de servicios y medicamentos que le habían aplicado al paciente. Las hojas
de papel dejaron de salir, y quedaron humildes abajo del impresor. La primera secretaria, las sacó de la maquina y se las entregó a la que había llegado despues. Ella se levantó para acercarse más al hombre, y hablarle de cerca.
-Acá están todos los gastos -le dijo.
-Pero los que quiero ver son los gastos de ayer desde la una de la tarde hasta ahora a las nueve.
La secretaria hojeó las paginas y llegó a la última.
-Acá estan -dijo otra vez-. Ustedes pidieron una ambulancia.
-Pero solamente por la ambulancia no van a salir más de mil dolares.
Por un momento la secretaria guardó silencio, la otra se había mantenido atrás solo observando a su compañera que escrutaba en el listado.
-Ah -dijo la secretaria-. Le han cargado en dos veces la ambulancia.
El hombre suspiró y sus hombros bajaron un poco, la muchacha sonrió.
-Tambien se le ha cargado un examen en dos veces -agregó.
-A eso me refiero, por eso quería yo revisar el listado de los cargos -dijo el hombre.
La secretaria se sentó otra vez, y se colocó frente a la computadora. El hombre comenzó a decirle
algo a la muchacha en secreto, algo que ninguna de las dos secretarias lograron escuchar, la muchacha solo afirmaba con la cabeza mientras él hacía gestos con la mano. La maquina vibró otra vez con su ruido robotico, y para cuando se dieron vuelta, la secretaria, les extendió un papel.
-Lo que usted va a cancelar son seisientos veintidos -le dijo-. Ahi le incluimos el servicio, la enfermera, y los gastos de administración.
-Esta bien -dijo el hombre.
Pagaron en efectivo, la secretaria de las uñas largas contó el dinero un poco apenada. Al final los cuatro sonrieron, se despidieron, mientras la última secretaria le decía que no fuera tan enojado, y él reía, y todos reían, hasta que la muchacha y el hombre se marcharon de la recepción.
Las secretarias se quedaron en el mismo lugar, viendose entre ambas sus trajes color verde.